En esta época en la que todo, incluido el ser humano, ha quedado reducido a mercancía producida en serie, la cuestión de la estética humana no es tan banal como a priori pudiera parecerlo, sino que se torna en reflejo de la pérdida de identidad de nuestra esencia humana. Nos hemos convertido en maniquíes, en objetos expositores de otros objetos. Y esto es incluso más evidente en aquellos que creen huir de la moda y de los canones estéticos ortodoxos y que ven en su imagen aparentemente contestataria un modo de oposición a lo normativo.
a menudo la búsqueda de la individualidad en lo estético, algo que a pesar de todo es secundario, no esconde mas que la integración.
Lo importante no es la imagen que podamos mostrar cara al exterior, sin que tampoco haya que restar importancia a ésta, sino las razones últimas de nuestro modo de vida, lo cual se puede reflejar externamente o no.
Ser capaces de controlar algo tan nimio como es nuestro aspecto físico y sustraerlo de las relaciones mercantiles y de las influencias externas de una sociedad que todo lo convierte en mercancía es sumamente complicado, por no decir casi imposible. Esto se debe a dos rasgos básicos de la Sociedad Industrial que tienen su reflejo en nuestra estética, en nuestra forma de vestir y de cuidar nuestro aspecto físico. Estos factores son la estereotipación y la artificialización de la vida. La estereotipación estética vendría dada por la reducción estética a unos cuantos tipos básicos estandarizados.
La estética punk, por poner un ejemplo extremo de estética aparentemente antisistema, no se sale realmente de los cauces marcados por la sociedad del consumo compulsivo en la que nos hayamos: da igual lo que compres, pero compra. Al sistema no le preocupa que tu camiseta lleve un eslogan anti-sistema, porque, a su pesar, está dentro de los cauces del mismo y lo que está dentro del sistema no puede suponer un peligro para él. Lo alternativo se convierte en moda, siendo así fagocitado por el sistema que dice combatir, que lo reduce a una imagen de su propia miseria e incapacidad para luchar contra la dictadura de la mercancía.
Hay una necesidad de añadir extras a nuestro cuerpo, de exhibirnos como si fuésemos un muestrario de la abundancia de productos de que podemos disfrutar. Gafas de sol, cuanto más llamativas mejor; teléfonos móviles colgando del cuello a modo de cencerro para que nos recuerden lo que somos.
Hablo del aborrecimiento que muestra nuestra época hacia el vello. Nunca ha habido un período histórico tan preocupado estéticamente por eliminar el pelo del cuerpo humano[3]. Esta fobia al vello se puede tomar como un símbolo de una de las características más importantes –y desastrosas- de nuestra época, el desprecio a la Historia. La presencia de pelo en nuestro cuerpo nos recuerda nuestro origen animal, es un recuerdo de nuestro devenir histórico que nos llevo desde nuestra primitiva condición de animales hasta la de seres racionales. Querer eliminar el vello de nuestro cuerpo es negar que formamos parte de la naturaleza, como el resto de seres que habitan la Tierra y es negar la Historia de la Humanidad, que se ha construído a lo largo de millones de años, pero que nunca como hasta ahora se sintió tan distante de su Historia social y natural como hasta ahora. El ser humano actual niega la Historia, se cree fuera de ella y piensa que todo ha sido siempre igual, no puede concebir que la Humanidad se ha desarrollado a lo largo de un proceso histórico que nos ha llevado a lo largo de los siglos hasta la actualidad. Negar la Historia o, peor aún, su aparente contrario, creer que somos la culminación de la misma.
Se elimina así un rasgo más de humanidad; una molestia menos, ya no hará falta afeitarse; un elemento diferenciador menos, ya podremos ser todos iguales, imberbes. Todos rapados, sin vello y con músculos artificiales formados a ritmo de gimnasio. Y, dentro de poco, la biotecnología nos permitirá elegir: ya no habrá feos, todos seremos sanos, guapos, iguales, perfectos. ¿Qué vendrá después, el código de barras tatuado en la frente que asegure que cumplimos todos los requistos de calidad? Espero que no lleguemos a eso, porque habremos dejado de ser humanos y, aunque todo esto suene a ciencia ficción, a discurso apocalíptico, lo ciero es que cada día se avanza un paso en la pérdida de identidad del ser humano, en su alejamiento de lo que nos hace humanos y en la artificialización de la vida. Espero que sepamos pararlo a tiempo... si no, a mí que me dejen con mi hermosa y humana fealdad, con mi barba, mis pelos y mi cuerpo, yo quiero seguir siendo humano, no quiero ser un bonito maniquí artificial.
Bibliografía: “Metafísica de lo bello y estética”, La lectura, los libros y otros ensayos, Edaf, Madrid, 1996, p. 88.
Ese desprecio moderno por la Historia, ya lo definió hace ¡75 años! José Ortega y Gasset y desde entonces no ha hecho sino acrecentarse: La rebelión de las masas, Espasa-Calpe, Madrid, 1972, pp. 54-5
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